Nunca sabrás a qué sabía
esa madruga sobre mi rostro
nunca escucharás
del bramido de ese lobo en
el viento
Nunca más, espero,
el esperma rozará
como anoche tu espalda
Por eso, ayer,
antes de la huida y desde la
puerta,
mastiqué los últimos
gramos de tu sexo.
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