viernes, 7 de septiembre de 2012

Donde sueñan los colibrís

¿Cómo estará ese país detenido en el inmóvil en el tiempo de los recuerdos? De la vida que fui me quedan cuadros de sueños, unos trozos de viento guardados en un papel, cosas pintadas con el desgastado matiz de la memoria, unas cuantas sombras que transitan lugares tan conocidos y lejanos.
No hablo de los kilómetros o metros que me separan sino de algo más profundo, Antoine de Saint-Exupéry escribió una vez:

 "Que l’on soit absent dans la pièce voisine, ou sur l’autre versant de la planète, la différence n’est pas essentielle.La présence de l’ami qui en apparence s’est éloigné, peut se faire plus dense qu’une présence réelle" 
(Que estemos ausentes en la pieza vecina o en el otro extremo del planeta, la diferencia no es esencial. La presencia del amigo que se a alejado en apariencia puede tornarse mas densa que una presencia real)

Pero ese lugar no es mi amigo y su ausencia es total, como la ausencia de nostalgia. No extraño nada, soy un aquí y un ahora, esos paisajes que monótonamente recorría, amaba, odiaba, que anclan mis recuerdos y mis anhelos diarios ya no me interpelan, ni familia, ni hogar, ni otras ahora banalidades, soy más aquí y más ahora, más este lugar que aquel que me espera indiferente, sin certeza de una almohada. 
Acá sería viento, un destello ocasional de bondad del que se vive, la incertidumbre hecha cotidiana. Pero eso es decir casi nada, es dar manotazos en el aire.

Un amigo se pregunta donde sueñan los colibrís, otro enrola un porro, otro baila conmigo, Sara teje y canta en nuestro pequeño cuartito de dos colchones en este colorido hostal punk; este instante se va, la vida es acá, es este momento, flota sobre la firmeza del aire sin tocarlo, es una nada dudosa, un castillito de telarañas y humo sobre el agua, un aletear.

Habría que salirse de lo seguro, ser más y menos a la vez, este camino conduce a vías rojas quemadas por el sol de quien camina, a memorias mal vividas y peor recordadas, ancianos que portan viejos estandartes y los transmiten a gente con una realidad tan distante.

Pienso en Anahuac y no sé que decir de ello, suena Manu Chao y espero a que enciendan el hachís, seguro un día un hijo mío leerá esto y sabrá en que andaba su padre. Pero la verdad ya no espero nada, quizá sea más feliz o más torpe, son cosas que solo sabré al volver y chocar contra esos muros que nunca se mueven y cuya misión es hacernos doblar y conocer caminos; acá no hay eso, si siempre te estás moviendo no echas raíces, esta gente no sabe que vive pero cree vivir tanto, se les nota a leguas que bien podrían ponerse a llorar o a reir y mañana lo olvidarían. No creo que sea una virtud, recordar nuestras risas y dolores es imprescindible, más que comer o beber agua. Supongo que después de todo, es aquí donde sueñan los colibrís, es aquí donde baten sus alas sin descanso hasta que su corazón se detenga y caigan con todos sus colores y plumajes en cualquier punto del mundo a donde su prisa les haya llevado, y se pudran, y el mundo siga igual, y no importe.

No sé como será volver, estoy en México, en Chiapas, ignoro como mi vieja casa ha vivido mi ausencia, yo suelo huir a las despedidas para ahorrar lágrimas y palabras que deben de venir contadas al nacer, y que cuando se nos acaban es cuando nos llega la muerte, sin tener ya con que responderle. Pero mi falta se habrá hecho cotidiana, mi no-presencia un lugar común en la cartografía de la casa.

Ya me han pasado el hachís, son las 12:03 media noche, el efecto pesado de la hierba me trae un delicado sueño, como un apagarse. He vivido tanto últimamente y lo he olvidado casi todo. Vuelvo a casa aún siendo yo, uno no se aleja de sí mismo, solo llevo la mochila más pesada. Deseo dormir, antes pienso en que vendrá, bato mis alas y me entrego al sueño de los colibrís.


Miércoles 15 de enero, 2012 (Iniciado a las 11:26 pm)
Casa Libertad, San Cristobal de las Casas, Chiapas