martes, 19 de febrero de 2013

Auxilio Lacouture. Olvido. Auxilio Olvido Lacouture, la madre de toda la poesía mexicana, la uruguaya que le arrancó una presa a la muerte, una muerte que creía muy suya y que no era sino la de un pendejo propiedad del rey de los putos, la que resistió cuando los militares violentaron la autonomía universitaria mientras en Tlatelolco sonaban los balazos. Ahora estoy ahí y solo hay olvido. El memorial vacío y un indigente durmiendo en su sombra. Las torres de apartamentos blancas como mausoleos, y esta ciudad inundada de muerte. Me siento mejor que en casa. Realmente este lugar es un cementerio, pero no de quienes murieron cuando esa plaza vistió su tercera sangre, ni con la segunda, ni con la primera ya vuelta abono para el pueblo mexicano, sino de quienes continuaron viviendo y se dejaron llevar por el olvido. Auxilio Lacouture. Nadie nos arrancará a nosotros de esta muerte. Auxilio Olvido Lacouture.

viernes, 1 de febrero de 2013

Juan Bañuelos





Uno de los poemas que más me ha impactado fue escrito por Juan Bañuelos, un escritor mexicano que tuve el placer de escuchar una vez, a mi entrada a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Costa Rica, en ese tiempo se organizaban festivales de filosofía conjunto al Festival Internacional de Poesía y ese año, en el 2007, fue invitado Bañuelos y se le publicó un poemario.

Nunca crucé palabra con él, fue hasta después cuando leí ese texto que me impactó, el poema se titulaba "Oboe Nocturno", posiblemente ese junto a "Ni pena ni miedo" de Zurita (el que estoy por tatuar en mi cuerpo) son los poemas que más me han impactado, además de "Balada en San José" de Boccanera. 

En el tiempo en que estuve en México tuve la esperanza de conocerlo, invitarle a un café, hablar de poesía y de la vida, que es básicamente lo mismo. Pero por supuesto esa cosa tan tonta no sucedió, aunque a cambio hice amigos extraordinarios con los que platiqué sobre eso y otras cosas triviales o no, lo cual fue infinitamente hermoso. 

Cosa contraria: en una mezcaleada regalé al padre de uno de esos buenos amigos mi poemario de Bañuelos junto a uno de Gelman; no me arrepiento, es gente encantadora que nos trató (a mí y a mis amigos) de forma inigualable. Supongo que ese libro que me había acompañado en viajes y fronteras, estaba destinado a volver a la tierra de sus versos.



PROFECÍA INMEDIATA 


Me salgo de esta hoja.
No sirve ya el papel.
No sirve el llanto.

Vengo de dar un doble puñetazo
en la mesa del hambre y de la usura.
Vengo de atar el miedo a un rayo desbocado,
de recoger la nieve que desciende,
de convertirse mi alma en una seca piel.
Vengo de dibujar el blanco
de una bala en mi frente,
de llevar la mañana a los ojos nublados,
de sacar a la calle al luto y a la fiebre.

No sirve ya el papel.
No sirve el llanto.
Escribo en las paredes




OBOE NOCTURNO

Nos lo dijo la noche reclinada como una mujer vieja

En aquella colina:
Partimos la soledad como el pan más amargo.
Y aun así hemos seguido viviendo.
Callamos puertas, deshojamos muros,
nadie nos vio correr tras el último tranvía de la noche.
Repasé caminando las palabras de arena
que les dije en el bar a los amigos,
y era mi boca la boca del silencio
mordiendo aquellas casas.
(Me custodia la ira con su puño de rejas, 
con el sonido extinto de la sombra. Después, 
mi tardo andar imita la dirección de un río 
o el camino de hormigas alrededor de un árbol.)
Leo un anuncio de neón
que besa obscenamente la espalda de una estatua, 
alguien hace el amor 
y el mundo es más hermoso,
y es cierto que el sereno ronda su última vuelta 
porque yo empiezo a ser testigo de los sueños.
A estas horas hay muchos hombres que van y vienen
alegres, preocupados, en el medio de la calle
o avanzando contra un muro.
Es la hora en que la fiebre sube a los enfermos
como una hiedra sonámbula y flotante.
Con los ojos fijos la música de un viejo cabaret
madura lentamente el deseo,
la quemadura busca querencia en la ceniza,
y recuerdo que es jueves
sólo por darle un nombre al tiempo.
Los silbatos de las fábricas cercanas
me traen preocupación y frío,
y me duele la noche y el auto que frena de repente 
y el llanto del recién nacido.
Lo ordena el viento oscuro
para que tú recibas las balas 
del guerrillero fusilado,
para que ames
aun desangrando en luto.
Y grita.
Grita con toda tu piel como si fuera
la lengua del mar mezclada con la noche.
O aún mejor: ponla tensa como un tambor que suene 
y despierte a los hombres.