martes, 27 de agosto de 2013

Mirando al Térraba

No suelo comulgar mucho con poetas, hace un tiempo, luego de largas decepciones había decidido alejarme de ese pequeño mundo. Pero uno suele dibujar una piedra y tropezar dos veces, como dice Boccanera. Así que concurrí a un concurso de poesía, celebrado en el marco del 40 Aniversario de la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje de la Universidad Nacional, bajo el seudónimo Jorge Vigil. En dicho concurso obtuve, con este poema, el primer lugar. Agradezco a dicha Escuela la oportunidad y procuraré que esto se convierta en la motivación de una fecunda actividad poética. Acá el poema.

Mi lengua es como un tentáculo
se me pega al paladar
y me ahoga las palabras.

Tengo el pellejo
hecho un charco de blasfemias hasta el piso,
colgándome del cuello,
suplica como madre de hijos hambrientos.

Cada vez me siento más un animal,
perro atado al que se le escurre
el mundo entre las patas.

Veo una muerte
con rostro de espejo,
la utopía del futuro
es mi cuerpo desnudo pudriéndose en una zanja.

Escucho voces que gritan,
me siento una de ellas,
una nostalgia húmeda de ira
me sube de la tierra,
me habla de la cabeza de un indígena en una estaca,
de una montaña que llama y no sé su paradero,
del río madre devorando
la serpiente de asfalto.

¿Por qué tengo hambrefríocansancio?
La mano cercenada del amigo sin trabajo,
el feto creciendo en la barriga,
los pies sucios de la figura con el niño en la acera,

el nombre negado en una encuesta que te dice que existes.

Me estoy volviendo un animal,
una selva de años palpita y llama,
la manchada calavera de un jaguar
en un bosque de lluvias.

Véame,
estas carnes son las de un fantasma,
muere y se levanta,
la voz del olvido me dice quién soy.