sábado, 27 de agosto de 2011

Oliverio Girondo





Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1891, en el seno de una familia adinerada que le procuró una esmerada educación en importantes centros educativos europeos. Estudió Derecho, y muy pronto, a raíz de sus contactos con los poetas exponentes de la vanguardia europea,
publicó en 1922 su primer libro de poemas, «Veinte poemas para ser leídos en el tranvía», seguidos luego por «Calcomanías» en 1925, «Espantapájaros» en 1932, «Persuasión de los días» en 1942, «Campo nuestro» en 1946 y «En la masmédula» en 1954, obra que constituye en su trabajo más audaz en el campo de la poesía. Al iniciarse la década de los años cincuenta, guiado por su interés en las artes plásticas, incursionó en la pintura con una marcada tendencia surrealista, gracias a su profundo conocimiento de la pintura francesa. En 1961 sufrió un grave accidente que le disminuyó sus condiciones físicas. En 1965 viajó por última vez a Europa y a su regreso a Buenos Aires, falleció en 1967.

Tomada de: http://amediavoz.com/girondo.htm


Dicotomía incruenta


Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.

Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.

Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.



¿Dónde?

¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?...
No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror,
al delirio.
No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.
No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.



Llorar a lágrima viva...


Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


No se me importa un pito que las mujeres...

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

domingo, 14 de agosto de 2011

Explicación excuso del porqué de mis acciones o mero excurso

La manera más adecuada de iniciar este escrito que con toda certeza no leerás, sería indicar brevemente que mi vida es una basura. Evidentemente la afirmación debería ir acompañada de fundamentados motivos, de modo que vos o el lector ocasional que en definitiva será el único, pueda mirar las notas y sentir un escalofrío o un ronroneo de lástima subirle por la espalda, digamos, recorriendo la columna vertebral... algo así como esa sensación desagradable de tener un insecto de múltiples patitas subiendo inevitable por nuestro cuerpo. Evidentemente puede fracasar y que vos lo descartes a la primera, el o la lectora diga que pereza otro igual y de un manotazo o delicado "clic" apague estas ilusiones.
No obstante esto no se entendería plenamente sin terminar de leer el escrito, es decir, sin darle el chance, de modo que la basura no sea mi vida en sí, sino que remita a otros tópicos. Mi habitación, ese cuarto de fondo con la ventanita que mira un árbol y ropa tendida, da asco, de haber continuado con vos, lo habría arreglado un día, habríamos venido acá y yo hubiera intentado excitarte. ¿A qué viene todo esto?  El asunto acá es que vos elegiste no estar aquí, y yo, con ganas de escribir, decidí hablar de vos fingiendo que hablo de mí o viceversa.
Entonces limpio mi cuarto y aparecen tus recuerdos como cadáveres empolvados, la etiqueta de una cerveza que con palabras escritas al dorso anuncia que será el fin del mundo lo que nos separará y viene a mí-mente el recuerdo de cuando era cierto, éramos muy jóvenes y decir cosas como esas estaba permitido. La cuestión acá es que hay un dolor que deja sin palabras, la metáfora dirás vos o un lector atento no es tan cierta, pues si dejara sin palabras este escrito terminaría en este punto, y dado que no terminó y que la enunciación de palabras continuó se da por lógica consecuencia que el citado dolor no dejó sin palabras o que en el mejor de los casos faltan datos para la cabal comprensión de la afirmación, y esto como ya dije en lógica pura, digamos un “si p implica q” y encontramos un “no q” entonces la conclusión del silogismo será “no p”, claramente el modus tollens, famoso en su versión de los cisnes negros de Popper, con el falsacionismo del ciencia y que poco o nada importa en la cuestión de nosotros, de ese querer que ya suena a cadáver maloliente, como ese cigarrillo viejo y mohoso marca Dromedario que encontré cuando limpiaba mi cuarto, sacando tus recuerdos en una bolsa que bien abrazo y me deja con tu dolor que ya no es tuyo mezclado con el desagrado del tufillo de la basura añejada en recuerdo.

Tonto juego de mi vida

Estoy lleno de preguntas a las que formulo respuesta de esperanza, luego envío la lluvia a que borre el color de los cielos de mis paisajes; escribo, vuelvo a escribir, callo, apago las luces que uso para alejarme de mí, pienso, repienso; y los colores de mis casitas de ensueño resbalan por nuevas grises paredes tan solo humanas, se va la esperanza dejando ciudades extrañas, pobladas de razón; una voz que construye realidad para saber que vendrá. ¿Qué extraña dialéctica? Sueño para sentir, para dar sentido a esto, pienso para acabar y dejarme en el vacío.

Construyo y rompo mis esperanzas.

Ineptitud y muerte

Este deambular hacia la muerte pinta estos roídos huesos míos del color de tus sombras, de aquello que fue vida y sentido, de aquel existir tan bello y distante, de aquel recuerdillo que conservé celoso de mí y de tí en aquella cajita rellena de palabras, palabras que bordaban sus paredes, que prometían y se dejaban decir cualquier cosa. Vos y yo realmente disfrutamos aquellas ingenuidades; luego vos creciste y develaste sus mentiras, yo no.

Incapaz de mirar más allá de la sombra, más allá del hueso que reclamo y del que me hago declamar seguí fantasmas, di vida al perro de cristal que espera ansioso en tus imagenes, que mira burlesco como tejo cual mortaja falsas esperanzas; sí, tenía razón Boccanera, su saliva ya sueña con mis huesos, pero su trampa no estaba hecha de paciencia, yo, en cambio, tejo con premura, ofrezco venas, lapido el camino de este suicidio prolongado y extenso que pienso como vida... como humanidad... como silencios donde hablas y alientas hermosos demonios en mis carnes.

Así que, dado ese curioso estado de ineptitud generalizada, ya podés empezar a saber que este deambular hacia muerte sobreanunciada, esta jodida noche de repensar vanidades, camina, inevitable, hacia ese yo y ese vos que somos, desnudos, míseros y bellos, ante el reflejo del ojo que no acepta trampas de nuestros miedos.

viernes, 12 de agosto de 2011

Nacimiento

Me levanto de un útero
de llanto,
y realmente no me importa
de donde son las lágrimas.

El tiempo rompe la fuente del absurdo,
nueves meses de desolación,
y el segundo en que se vive
se divide a la mitad,
y a la mitad...

La vida puja recuerdos
que ya no existen,
que ya no valen,
y realmente ya no sé si existo
o si seré otra memoria.

Asomo la cabeza entre
las piernas exhaustas de la vida,
mil manos me separan de la madre.

Tomame entre tus manos de memoria,
soy un frágil fantasma,
corta el cordón umbilical de la cordura,
un baño de plata te dirá que existo.

Y apunta el nombre recuerdo
en el acta de defunción,
que hoy
nazco con ganas de morir.

lunes, 8 de agosto de 2011

Caída, vergüenza, sentido

Caí duro, a un fondo de precipio fingido, digo fingido porque tal vez cual montaña de ilusión tejí demasiados sueños, creí y esperé, actue, recordé, puse tus canciones, visité antiguas imagenes de cuando nos decíamos que nos queríamos y nos permitiamos dudar; ahora ya no hay dudas o más bien una confusión tan grande que no deja espacio para hablar, no hay sentidos, no hay esperas que anhelen realidades, solo este dolor, esta miseria propia de la impotencia, este dejarte ir antes de que te harte hasta que me revientes, esta confusión de pero-no-dijiste-que-tal-vez, pero no, vos ya tenías pronósticos implacables, profecías autocumplidas y una cobardía que se esconde hermosa como vos en la confusión, o más bien, en la confusa certeza de que ya no me amas. Y es que yo ya no sé que creer, si a tus palabras que cambian cuando te da la gana o si es que vos sos firme y yo soy el que cree que cambian, o a mis ilusiones que rezan a tu rostro cada noche con miseros "quereme" o esas vocecillas reales y amables que me dicen "comportate hombre". O que. O no nada. O vos. O yo. O en realidad son tonterías. Esta imagen que siendo mía es por vos, esta lucha sin armas ni soldados, esto que hace aquí o hace allá, esto, todo, completo, que carece de sentido sin tu abrazo y que más que reconforta da vergüenza por rastrero y humillante.
¿Tendría sentido luchar por algo que no se tiene, que no tendrá, que no existe, que no existirá? ¿Tiene sentido esta esperanza, esta espera, este venite que acá estamos, este andate se feliz luego venite que acá estamos, este accionar?
Lamentablemente el sentido es firme, digo lamentable porque su firmeza de esperanzada desesperanza avergüenza, es mirá ese tonto lo que hace, construye una casa que no existe, poda un árbol que no está, construye sus capas, tiende hacia la luz sin siquiera tener tronco visible o certero, es ridículo, es vergonzoso, es normal entristecer, desvariar de vez en cuando, y que ese dolor de la ausencia y la dureza del rechazo te hagan dudar, te sienten en el frío suelo de lo real; pero como digo, el sentido es firme y, para bien o para mal, el sentido sos vos, y vos no desvarias demasiado, sino tan solo lo vital.