lunes, 24 de diciembre de 2012

Navidad


Es imposible no ser asaltado a veces por recuerdos: una acción cualquier, una palabra similar, la vivencia de una tarde calurosa, algo que en stricto sensu no tiene nada que ver con el pasado, ni con emociones, ni con nada, lo que fue no se esconde detrás de las cosas para salir de imprevisto, tampoco se puede decir que lo que fue se lo llevó el viento, esa sería la metáfora de la esperanza de que esté ahí, en alguna parte y lo podamos descubrir.

Pero aún el pasado solo resida en la corrosión de la memoria, en el frío de lo pretérito expuesto al viento de la amnesia y la lluvia, nos ataca a veces, como a mí: sucedió que de repente me sentí solo y ya no quise estar más conmigo, entonces convoqué al recuerdo y la imaginación que me trajeron canciones, nombres, imágenes que bien pudieron no pasar, haber sucedido distinto o a otros, pues lo bueno de los recuerdos es que estos no tienen certeza, su crueldad dependerá del recuerdo mismo.

Pero el rememorar exige hacer patentes los recuerdos, en notas, en hechos, en algo, donde tal vez por cualquier motivo lo mire, recuerde que le dediqué un pensamiento, sin odio, sin amor, solo con la humedad de lo que fue y el sentimiento de hallarse ante un descampado lúgubre y hermoso.

Que me sienta particularmente incómodo en estas fechas se debe ha algo que tuvo que ver con ella, las fechas antes me eran tan banales, tan sin importancia, hasta que por culpa de nuestro apego y original empeño de constituir en significativo lo que no era, pasaron ha ser algo. Uno debería ser más cuidado a la hora de volver significativo lo insignificante, si lo liga ha alguien cuando ese no esté podría ser doloroso. Pero no me quejo, ese es el precio de la memoria, lo que hay que pagar para poder adornar este álbum de fotos que es la vida.

Hay algo tan atrayente, como el desierto de noche, como una gran ola a punto de inundarlo todo, algo magnífico e impactante, lo curioso del dolor es que contrario a la felicidad que siempre lleva otros nombres, es todo de uno, como la muerte que decía De Bravo, toda, todita para uno, sin tener que compartirla con nadie.




sábado, 3 de noviembre de 2012

Matutino


    Julio Cortázar hablaba con ese tonito de burlarse de uno sobre aquella gente rara que aprieta el tubo dentífrico por la parte de abajo dejando una pancita o comba bien definida, y con esto se convierten en miembros irrenunciables del mainstream o del jet-set.

   Pensando en eso durante una clase matutina luego de levantarme a deshoras entre boberías para no morir de la falta de sueno, viene esta chica bamboleándose con una de esas suéter grandes y esponjosas que dan sensación de abrazo, con el cabello chino largo, dándome una idea de estar en presencia de una manifestación sino divina al menos sirenesca, algo élfica propio de uno de esos seres volátiles que dan saltitos o coletazos por ahí a la luz de alguna luna dejando escamitas brillantes y enamorados estúpidamente eternos y no-correspondidos. Algo realmente tonto.

    La cuestión es que llega esta chica medio flotando, pone su lata de jugo en el escritorio y saca una pajilla (lo que llaman en algunos lugares un popote) y la mete en el hueco de la latita, acerca los labios y aspira el juguito y bebe. Luego, lentamente separa los labios de la pajilla y deja esa humedad que hace que el popote se pegue la superficie del labio y se despegue lenta y atractivamente con sensación de mordisco.

    Pero como siempre vuelvo en mí y recuerdo que son las siete de la mañana de un día húmedo, que estoy en clases bastante lejos de casa, que no le conozco ni le voy a conocer nunca pese a que está a menos de dos metros de distancia de mí y que lo ha estado durante casi seis meses, y que en realidad no me importa en lo más mínimo ni ella, ni el jugo, ni la baba que hace que los objetos se peguen a los labios y se despeguen tierna o eróticamente, y que beber jugo de una lata con una pajilla es en definitiva más raro que estripar el dentífrico por detrás; y que aunque fuera distinto acabaría por ser a la larga igual.



 

lunes, 1 de octubre de 2012

Un regreso posiblemente sin suerte

Regresaba de una cansada gira de la universidad, de uno de esos lugares donde el calor vuelve húmeda la ropa, vuelve húmedo el cuerpo y todo se revuelve al punto que para quitarse la camisa hay que pedir auxilio, cuando tuve la genial idea de bajarme antes y tomar un posible atajo a casa, uno de esos atajos que uno medio sospecha pero sabe bien que esa jodida idea será una mierda y todo acabará peor.

Como sea uno nunca se hace caso, y de eso se trata todo: uno nunca se hace caso, siempre ignoramos ese sexto sentido, ese sentido común, la obviedad de que los malos planes son  malos desde que uno los piensa y sabe lo que será... pero igual los hace.
Para llegar a mi casa debería tomar apenas un par de buses, uno desde ahí al centro, otro del centro a mi casa. No más de media hora todo el trayecto. Eran las 3:36 cuando bajé con un amigo de la micro que me indicó la parada.

Primera porquería: el bus pasaba cada hora y media y recién pasó... además me dieron ganas de orinar.

Mi instinto me dijo no bajar, no tomar atajos... una vez hecho eso, me dijo "ve caminando". Pero no lo hice, me quedé hora y media en la parada con la vejiga llena y unos tabacos, pero las vejigas son exigentes y tuve ir justo en el momento en que a mis espaldas mientras los chorros de orina me mojaban los zapatos pasaba el bus que había esperado hora y media. Cerré el zipper y medio orinado salí tras el bus que medio paraba a ratos como para animarme en vano... nunca aprendí a silvar, algo vital para sobrevivir en la ciudad entre la intransigencia de los choferes.

No hará falta decir que lo perdí. Decidí entonces caminar, cuatro kilómetros, con una lluvia necia de esa que es poquita y pero prolongada. Por suerte, luego de dos kilómetros mojado y exhausto, pude subir a otro bus, por fin rumbo al centro. Mientras pensaba en lo terrible del regreso me asaltó el pensamiento de que fue karma por burlarme de la lisiada o por mi maldad, o por algo; también pensé en lo amable que suena mi voz cuando me dirijo a un desconocido para solicitar su ayuda, pura hipocrecía, en realidad soy un gran odioso, de ahí el karma, pero la verdad en la ciudad todos lo somos, uno se vuelve adicto a ser un pequeño universo cuyos bordes podrían estallar si chocara con otro, y sucesivamente así. Todos estamos solos.

De repente el bus hizo una parada y subió una mujer con un sleeping y un perfume dulce que daba ganas de llorar, por algún extraño motivo sentí que en esa imagen se condensaba la esencia de mi vida y todos los cambios de los últimos meses. Me sentí como si en ella saludara a mi pasado y lo dejara irse, sentarse lejos, atrás, en lo más profundo de mi memoria, en los asientos del medio. Fue una extraña reconciliación, posiblemente todo efecto de su aroma, una mujer que huele dulce siempre me conforta con nostalgias, como si lo dulce hubiese quedado atrás en lo pasado y ahora sabría que tenía que dejar de divertirme y doblar el lomo.

Fue un momento hermoso pero demasiado serio, como decir la vida real o cumplir 25 sin tener trabajo, hasta llegué a pensar que había valido la pena la espera, el cansancio de la caminata y las malas decisiones, el hacer esperar a los amigos de la reunión de más tarde. Como si entre ella y yo se hubiera abierto un camino que pasaba por mis memorias y mis sueños, de su alma a mi vacío, de mi vacío al suyo y viceversa, me sentí enamorado sin ver siquiera su rostro, solo ese olor sintético del perfume barato. Una mujer que produce el llanto en un corazón más bien seco siempre enamora.

Pero la joven bajó y se llevó su olor dejando morir un leve rastro en el aire. Cosa curiosa que mientras lo hacía creí escuchar una queja por mi mal olor. Me dio risa, mientras llegaba mi parada a tomar un bus que no era el mío pensé en lo irónico de todo: ella fue algo para mí y yo una molestia para ella, un tipo sudado con cara de Jesucristo indigente y terrible aroma.

Decidí hacer el resto del trayecto a pata y sin paraguas.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Donde sueñan los colibrís

¿Cómo estará ese país detenido en el inmóvil en el tiempo de los recuerdos? De la vida que fui me quedan cuadros de sueños, unos trozos de viento guardados en un papel, cosas pintadas con el desgastado matiz de la memoria, unas cuantas sombras que transitan lugares tan conocidos y lejanos.
No hablo de los kilómetros o metros que me separan sino de algo más profundo, Antoine de Saint-Exupéry escribió una vez:

 "Que l’on soit absent dans la pièce voisine, ou sur l’autre versant de la planète, la différence n’est pas essentielle.La présence de l’ami qui en apparence s’est éloigné, peut se faire plus dense qu’une présence réelle" 
(Que estemos ausentes en la pieza vecina o en el otro extremo del planeta, la diferencia no es esencial. La presencia del amigo que se a alejado en apariencia puede tornarse mas densa que una presencia real)

Pero ese lugar no es mi amigo y su ausencia es total, como la ausencia de nostalgia. No extraño nada, soy un aquí y un ahora, esos paisajes que monótonamente recorría, amaba, odiaba, que anclan mis recuerdos y mis anhelos diarios ya no me interpelan, ni familia, ni hogar, ni otras ahora banalidades, soy más aquí y más ahora, más este lugar que aquel que me espera indiferente, sin certeza de una almohada. 
Acá sería viento, un destello ocasional de bondad del que se vive, la incertidumbre hecha cotidiana. Pero eso es decir casi nada, es dar manotazos en el aire.

Un amigo se pregunta donde sueñan los colibrís, otro enrola un porro, otro baila conmigo, Sara teje y canta en nuestro pequeño cuartito de dos colchones en este colorido hostal punk; este instante se va, la vida es acá, es este momento, flota sobre la firmeza del aire sin tocarlo, es una nada dudosa, un castillito de telarañas y humo sobre el agua, un aletear.

Habría que salirse de lo seguro, ser más y menos a la vez, este camino conduce a vías rojas quemadas por el sol de quien camina, a memorias mal vividas y peor recordadas, ancianos que portan viejos estandartes y los transmiten a gente con una realidad tan distante.

Pienso en Anahuac y no sé que decir de ello, suena Manu Chao y espero a que enciendan el hachís, seguro un día un hijo mío leerá esto y sabrá en que andaba su padre. Pero la verdad ya no espero nada, quizá sea más feliz o más torpe, son cosas que solo sabré al volver y chocar contra esos muros que nunca se mueven y cuya misión es hacernos doblar y conocer caminos; acá no hay eso, si siempre te estás moviendo no echas raíces, esta gente no sabe que vive pero cree vivir tanto, se les nota a leguas que bien podrían ponerse a llorar o a reir y mañana lo olvidarían. No creo que sea una virtud, recordar nuestras risas y dolores es imprescindible, más que comer o beber agua. Supongo que después de todo, es aquí donde sueñan los colibrís, es aquí donde baten sus alas sin descanso hasta que su corazón se detenga y caigan con todos sus colores y plumajes en cualquier punto del mundo a donde su prisa les haya llevado, y se pudran, y el mundo siga igual, y no importe.

No sé como será volver, estoy en México, en Chiapas, ignoro como mi vieja casa ha vivido mi ausencia, yo suelo huir a las despedidas para ahorrar lágrimas y palabras que deben de venir contadas al nacer, y que cuando se nos acaban es cuando nos llega la muerte, sin tener ya con que responderle. Pero mi falta se habrá hecho cotidiana, mi no-presencia un lugar común en la cartografía de la casa.

Ya me han pasado el hachís, son las 12:03 media noche, el efecto pesado de la hierba me trae un delicado sueño, como un apagarse. He vivido tanto últimamente y lo he olvidado casi todo. Vuelvo a casa aún siendo yo, uno no se aleja de sí mismo, solo llevo la mochila más pesada. Deseo dormir, antes pienso en que vendrá, bato mis alas y me entrego al sueño de los colibrís.


Miércoles 15 de enero, 2012 (Iniciado a las 11:26 pm)
Casa Libertad, San Cristobal de las Casas, Chiapas

miércoles, 1 de agosto de 2012

Llegar a casa


Enciendes la computadora esperando una noticia
que te aleje del cansancio,
que estire tus pupilas hasta convertirlas en grito,
que remueva el polvo y las nubes
de esta falsa noche pintada con malas acuarelas.

Los tradicionales hechos hacen su puesta en escena.
El tedio vuelto hábito y puesto como roja noticia.
Estupefacto ante el absurdo
de que winnie pooh consuma heroína.

En ese momento pido muerte
y distancia a este pellejo de sueños;
quisiera arrancar la mitad de mi cuerpo
y enviarla lejos.

Posiblemente mañana sea igual,
el cansancio cerrará mis ojos,
pensar que un día sin estupideces
debe ser una virtud.
Odiar no ser virtuoso,
y sentarte en la cama,
con la cabeza enterrada entre corroídas manos
para que no se te escape el único pensamiento
que acaricia al despertador en la mañana:

Golpes en la vida,
tal vez no te han hecho más fuerte;
pero definitivamente me han arrancado
toda esa piel que sobra.
Me han permitido ver mis huesos.



domingo, 1 de julio de 2012

Las esperas y las moscas

"Al final, de repente, doy un manotazo en la mesa, recojo y me disculpo con las difuntas moscas inocentes víctimas de mi arrebato, les debo una explicación; les cuento que me debato si el respeto y la sinceridad son en mí una excusa para el miedo, y el miedo otra para la inacción, y esta de otra cosa que se me olvida; que si las esperas solapan mis fracasos, que a veces me da eso de sentirme solo y no querer estar más conmigo. Entonces dan tocecitas, se escurren y vuelan alocadas contra la ventana. Me dejan solo con mis confidencias que son crueles testigos de mis fracasos y de los severos juicios con que me juzgo, además me pellizcan. Recojo el matamoscas y acabo por narrarles mi vida



viernes, 1 de junio de 2012

Los tiempos y el barco

Vivo en un barco que flota
sin rumbo fijo
todo lo que me molesta,
lo tiro por la borda.

Tengo la esperanza fija
en el horizonte/
la sal me quema los ojos.

Un barco pirata nos aborda
y se apodera de la vida.

Vivo en un barco infinito
no tiene defensas contra el tiempo
/y todo lo que me molesta
lo tiro por la borda

Los monstruos marinos
se llevan todo/
el pasado no conserva nada.

Una baranda de esperanzas ajenas
te prohíbe lanzarte al agua/
uno no se puede hacer pasado.

/El barco no llega a ninguna parte/
/Está hecho de presente/






viernes, 18 de mayo de 2012

La vida


Afuera el frío.

Escucho el sonido del ventilador, 
lo más parecido al golpetear de un río.
La pantalla bombardea con fotones,
ilumina pero no calienta. 
Irónicamente a la vez ciega 

Leo una economía en vacas, 
no sobre ellas sino con ellas.

Esto es la vida.

Las vacas no existen
 la economía tampoco, 
el sonido morirá de mal congénito junto a su luz, 
el frío vendrá  adentro.

Estaré ciego.

sábado, 14 de abril de 2012

Para tatuarse sonrisas a golpes: Pesimismo en un mundo terrible

Para mí las visiones pesimistas resultan tal vez el pensamiento más sano en un mundo terrible.
O al menos resulta para un rato, no te sorprendes de los fracasos, ni de que las cosas no resulten, estás siempre al tanto del golpe sin esperarlo demasiado, pero que se sabe natural. Pero no soy en realidad pesimista, resulta que creo tan solo en un universo terrible: no es ni por un lado bello ni por otro abominable, sino todo mezclado, con claroscuros, con... con nada, vacío por sí y donde cualquier hecho es vano y neutro. Azar, casualidad, cuestión de que te toque esto o aquello y de que te jodas mucho, poco, nada, seas o no feliz.
Pero de lo bueno no hay queja, sino de lo malo, de lo triste o doloroso. Evidentemente esta molestia es muestra de traición y una ficción esperanzada: representa la no aceptación de lo terrible de la existencia, si esta se aceptara, no habría necesidad de quejarse de dolores existenciales, no sistémicos, sino tan solo existenciales; a su vez ficción, lo bueno y lo malo, o sus claroscuros, no lo son sino para quien lo padece, que planta esas excusas como modo de renuncia a su vida en fan o desprecio de otra.
De ahí que el pesimismo, el pensar la muerte y el suicidio sea un pensamiento sano, te enfrenta con lo único que exige batalla frontal, pero es a la vez miedo. Si se fuese realmente valiente si viviría o se moriría callado, con una cuasi sonrisa tatuada a golpes en la boca.

Soledad

Pasó que de repente me sentí solo y ya no quise más estar conmigo

miércoles, 7 de marzo de 2012

Insatisfecho fragmento de "Tiempos"

"Con
el año bisiesto mi reloj se alteró. Lo noté hasta pasados cinco días y fueron
necesarias engorrosas correcciones en mi diario personal, tachones de otro modo
innecesarios. Durante los tres años anteriores no hubo problema; la fecha
correspondía con el día en cuestión, esto según los calendarios en uso.
Previo
a eso el reloj pertenecía a mi padre, no puedo tener constancia de su funcionamiento.
Sucede que ahora es mío y su funcionamiento es, a decir verdad, deficiente en
general, esto casi como un alago. Justo cuando necesitaba un reloj dada una
ridícula perdida del anterior, aparece él, mi padre, con la respuesta de este
viejo reloj usado y deficitario.
Siempre
hay algo con los relojes para mí, digo, tienen cierto significado que
encierra algo de mi historia, no como el evento de tener un nuevo reloj y las
aventuras poco interesantes que ello pueda implicar en un vida de por sí
sencilla, sino en relación al sentido de la vida, mi historia como aparecer de
mi existencia en el mundo pues. Su historia es en cierto modo una metáfora bastante
simple. Mi primer reloj lo obtuve de mi padre, aún funcionaba cuando me deshice
de él al cambiarlo por uno de brazalete punk que me dio como regalo de
cumpleaños tardío mi primer novia, ese lo cambié por el de la segunda, luego el
siguiente y así. Al final no poseo uno propio, tampoco mantuve personalidad o
firmeza; nunca me he comprado uno.
Algo
similar a eso asumo como mi pasado, con mi vida hasta los tiempos de la muerte
y el tedio; eso siempre como melodramático corolario de mi intento de vida
anclado en un reloj que no lleva a nada. También suelo tener conflictos con la
palabra melodrama." (Tiempos)
Con
el año bisiesto mi reloj se alteró. Lo noté hasta pasados cinco días y fueron necesarias engorrosas correcciones en mi diario personal, tachones de otro modo innecesarios. Durante los tres años anteriores no hubo problema; la fecha correspondía con el día en cuestión, esto según los calendarios en uso.
Previo
a eso el reloj pertenecía a mi padre, no puedo tener constancia de su funcionamiento. Sucede que ahora es mío y su funcionamiento es, a decir verdad, deficiente, esto casi como un halago. Justo cuando necesitaba un reloj dada una ridícula perdida del anterior, aparece él, mi padre, con la respuesta de este viejo reloj usado y deficitario .
Aviso
que siempre hay algo con los relojes para mí, digo, tienen cierto significado que encierra algo de mi historia, no como el evento de tener un nuevo reloj y las aventuras poco interesantes que ello pueda implicar en un vida de por sí sencilla, sino en relación al sentido de la vida, mi historia como aparecer de mi existencia en el mundo pues.
Algo
de su historia constituye en cierto modo una metáfora bastante simple de mi vida. Mi primer reloj lo obtuve de mi padre, aún funcionaba cuando me deshice de él al cambiarlo por uno de brazalete punk que me dio como regalo de cumpleaños tardío mi primer novia, ese lo cambié por el de la segunda, luego el siguiente y así. Al final no poseo uno propio, tampoco mantuve personalidad o firmeza; nunca me he comprado uno.
Terrible
, al parecer algo similar a eso es lo que asumo como mi pasado, con mi vida hasta los tiempos de la muerte y el tedio; eso siempre como melodramático corolario de mi intento de existencia anclada en un reloj que no lleva a nada. También suelo tener conflictos con la palabra melodrama.
Ocurrirá
supongo, por siempre de esa misma manera.



lunes, 5 de marzo de 2012

Fragmento de "Tiempos"



"Hoy me voy a la cama con una derrota más, sin saber si debo sentir tristeza por el
resultado, o vergüenza por el emprendimiento, quizá más que una derrota, sea la
vivencia de los restos de un triunfo del que no acabo de darme por enterado de
su fenecimiento, algo que como todo, fallece sin que termines el luto, no lo sé
últimamente no sé nada o dudo de todo, particularmente de mí. Hubo un tiempo en
que pensaba en escribir nuestra historia como una bella novela, cuyo final
apelaría a la esperanza de un amor más humano, más sincero, sobre el que se
diera una existencia más autentica; ahora no tengo certezas para un epitafio
noble, escribo estas notas como segundotercer final para esta historia
imaginaria y parcial, me gustaría poder decir como un Neruda, que estas son las
últimas líneas que te escribo, pero ello implicaría o firmeza de mi parte o
conocimiento del futuro, vos sabés bien que no poseo ninguno, mucho menos
firmeza. Si escribo estas notas íntimas en un lugar tan público, en cuadernos,
muros, pixeles en una página donde mañana no serán noticia, es buscando en lo
externo la constancia de la que carezco internamente, tal vez así, cuando
coloque el punto y revise de mala forma la ortografía me sienta obligado a
dejar de escribir finales de esta historia sin cuerpo" (Tiempos)

martes, 24 de enero de 2012

Pensamientos de Despedida para Oaxaca

Entre calles coloniales, colores, el fuerte sabor sin resaca del mezcal, los grillitos que venden fritos en los mercados, entre las figuras de la niña blanca, Catarina santa muerte; llegaron las voces del 2006, la historia, la represión, la lucha en medio de este pueblo que se afana en el turismo pero que aún así pone todo eso a un lado y toma las calles, el zócalo, las gigantescas iglesias con altares inmensos de oro puro indígena.

También el miedo, los muertos, las carabanas de la muerte, las ordenes de captura; veo la fotografía de una mujer, rasgos fuertes de su pueblo, tal vez zapoteca, no sé, es una anciana al frente de una barricada, mira profundo, narra determinación, no seguirá tolerando, habla desde la Asamblea Popular para los Pueblos de Oaxaca. Eso fue antes de que la agitación popular llevara al mal gobierno a una ingobernabilidad total la bella joya turística de Oaxaca, luego llegaron las tropas federales, una vez vencidas por el pueblo las tropas estatales.

Ahora es de madrugada, viajo en autobus de segunda clase -no tengo dinero para uno de primera, ADO o cualquiera, igual prefiero viajar así- rumbo al Distrito Federal de México, escribo esto en mi celular a fin de no olvidarlo; siento nostalgia y tristeza por dejar Oaxaca, siento que me faltó tanto y que ese tanto era tan vital. Me voy lleno rebozado, pero me faltaron tantas voces, tanta gente, pueblos, paisajes, la idea flotante de una vida acá. En parte ante el fracaso de querer abarcar tanto y no lograrlo siento que estoy en deuda y que debí aprovechar mejor el tiempo.

Ahora el autobus se detiene -el camión dicen- una de las ya típicas barricadas militares o policiales, hombres con rostro cubierto y armas pesadas registran. No sé como actuar ante la violencia que representan. No sé si tan siquiera puedo o debo mirarlos. Intimidan. A veces suben, finjo dormir acercandome a la anciana desconocida de al lado, ignoro si duerme de verdad o finge como yo. El camión está en silencio, es de madrugada, el cielo está muy oscuro, se ven muchas estrellas, es hermoso. Si quien registra me habla intento imitar el acento mexicano para que no me molesten demasiado. He pasado muchos retenes. Cierro los ojos y espero a que el sonido del motor anuncie que acabó.

Veo la barricada alejarse, está formada de esa especie de sacos y tiene varias ventanitas donde un militar con un arma vigila, pero el bus ya se aleja y se ve diminuta la barricada.

Ahora, sigo añorando a Oaxaca. Tus militares y la violencia que representan no han logrado que te ame menos, sé tan solo una pincelada de tí, pero no alcanzan los militares para callar tu rebelde belleza.

Pienso en como terminar la nota:

Desde algún punto de la ruta a México, despidiendome de tu estrellado cielo y de la profunda oscuridad de tus caminos.

Benjamín