sábado, 2 de noviembre de 2013

Geografía extraviada

(2 de noviembre, Día de Muertos)

Para O. Trujillo, con un café atavido de frío en las calles de Coyoacán
          


          Hoy supe que no debo estar aquí. Me di cuenta cuando respondí con un silencio a la afirmación de mi madre de que su vida no tiene sentido. Yo me quedé mirando su figura, hecha un puño fetal contra la almohada, pensé que lo único que le podía decir es que era cierto, que la vida de nadie tiene sentido y que en este segundo de universo en el que existimos todo se diluye, que nada hay más alejado que las palabras sentido, motivo, porqué y otras similares, que yo lo sabía desde hace mucho, y que ni ella, que afirmaba tanto en sus ratos esperanzados un más allá, podía ignorar el desamparo.
            Pero no podía decirle eso, era mi madre y aunque ese desamparo fuera existencial yo no podía confirmarselo, pero tampoco me sentía capaz de inventarle una excusa, ilusiones reconfortantes, siempre he sido un pésimo consejero. Así que la arropé, le pregunté si quería un té o que cerrara la puerta y me fui de allí.
            Ya en mi cuarto, protegido por el pestillo llegué a esa conclusión: yo no debería estar aquí, a veces siento que hay gente mal ubicada, la idea de la geografía extraviada tal vez era un asunto vital y no político. Yo debería estar en otra parte, pensé en México, en el Df sumergido en la noche, en los cafés de Coyoacán a las 2 am, en Crisabella leyendo a Wolf en Medellín y esperando mi respuesta dos meses retrasada, tal vez allá tendría las respuestas. Hay gente que es como si nunca acabara de tocar el suelo, yo soy uno de esos, y realmente siento que lejos de este horizonte donde no sucede nada podría finalmente hundir mis pies en la tierra. Me pienso en un corredor multicolor, acostado en una hamaca esperando amigos lejanos, o que llegue Omar para charlar de libros y de la herida erótica que genera el amor perdido, de la necesidad de dolerse hasta ver los huesos hechos ceniza, acariciar el pequeño enrrejado de una casita en lo árido de Oaxaca mientras la polea se mueve en rústico pozo. Yo sabría de qué va la vida allá, sabría decir la vida es tal cosa, vale tanto, pesa esto, por tal cosa sería mejor no amanecer mañana vuelto frío bajo las sábanas.

            Pero acá no tengo respuestas, acá soy el banal ofrecimiento de un té, acá no pasa nada, en este país, en esta Suiza centroamericana, en este valle central con sus zonas clase media, yo no debería estar acá. Mi mundo debería ser entre metros y editores, ratos de lectura y conversaciones, desiertos y frío. Yo no debería estar acá, no debería estar acá...